Por David Beck
El término “argumento cosmológico” (AC) se refiere a un conjunto de
argumentos o patrones de pensamiento que nos llevan concluir que Dios es real
por la observación de que las cosas que nos rodean nunca existen a menos que
algo más las haga existir. Así que el AC nos hace pensar en Dios como causa
generadora o fuente iniciadora de cosas y sucesos, ya que no puede haber una
serie infinita de cosas que hagan existir lo que nos rodea.
Me concentraré en la forma original del AC, postulado primeramente por
Aristóteles, desarrollado, según se sabe, por Tomás de Aquino, y todavía
utilizado por muchos apologistas contemporáneos. Este argumento empieza con una
simple observación acerca del mundo que nos rodea. Experimentamos el mundo como
una red de conexiones causales concurrentes. La existencia de cada cosa depende
de las otras cosas existentes en un sistema altamente complejo, de tal forma
que aparentemente todo el universo es un sistema interconectado.
La declaración más breve y genérica del argumento de Aquino se encuentra en
el capítulo 15 de la “Summa contra gentiles“. Es similar a su
predecesora aristotélica. Dice: “Vemos en el mundo cosas que pueden existir o
pueden no existir. Bien, todo lo que puede existir tiene una causa, pero uno no
puede agregar un número infinito de causas. Por lo tanto, debemos asumir algo
cuya existencia es necesaria”. (Summa contra gentiles, 15.124,
extracto).
En mi opinión, hay tres puntos básicos en este argumento:
Punto 1: Lo que observamos y experimentamos en este universo es
contingente
Primero, esta es una observación acerca de las cosas que vemos y conocemos
en el mundo real que nos rodea. No pretende incluir todas las cosas del
universo, mucho menos toda cosa posible, sólo lo que hemos experimentado.
Segundo, el elemento clave de esta secuencia es “contingente”. En su contexto,
esto significa que una cosa debe su existencia a algo más, no existe por sí
misma. Necesita una causa.
Entonces el mundo consiste en una serie de causas que a su vez están
conectadas y forman sistemas. Es decir, B causa a A, pero sólo si C causa a B,
y así sucesivamente. Todo lo que conocemos posee este tipo de contingencia:
existe y funciona sólo porque es causado por otros factores en su cadena
causal. No conocemos ninguna cosa que por sí misma inicie espontáneamente su
propia actividad causal. Nuevamente, nada de esto tiene que ver con saberlo
todo. Incluso si algo sí iniciara espontáneamente, no tendría efecto en el
argumento cosmológico, como veremos después.
Punto 2: Un sistema de cosas contingentes causalmente dependientes
no puede ser infinito
La idea subyacente es que sin importar cuan compleja e interconectada sea,
la serie o sistema de cosas contingentes causalmente relacionadas no es
infinita. Tomás de Aquino usa la ilustración de una mano que mueve una vara,
que a su vez mueve una bola. Quizá la imagen más utilizada en discusiones
recientes es la de un tren.
Imagine que ve pasar un tren por primera vez. Desconcertado se pregunta cómo
se mueve el vagón que pasa a su lado. Se da cuenta que está siendo jalado por
el vagón anterior, y así sucesivamente, hasta donde se pierden de vista los
rieles.
Esta imagen nos permite visualizar los diferentes escenarios naturalistas,
tan escuchados en nuestra sociedad y que intentan describir la forma en que
vienen a existir las cosas en nuestro mundo. “El cosmos es un gran círculo de
vida”, se nos dice. Sin embargo, agregar vagones hasta recorrer todo el mundo
en círculo y que el último se conecte con el primero no explica la razón del
movimiento, ni siquiera del primer vagón. Justo así, si unas cosas contingentes
causan la existencia de las demás dentro de un círculo cerrado, no queda
nada que inicie la causalidad, nada inicia nunca. Hay un escenario tal vez más
promisorio ofrecido por los naturalistas: “El cosmos es un ecosistema
intrincadamente evolucionado en el que todo está relacionado causalmente a todo
lo demás”. Así que los vagones abarrotan el mundo en un sistema
inimaginablemente complejo de rieles, donde de alguna forma cada vagón está
conectado al primero y, por lo tanto, es jalado. Aún no tenemos explicación
para el movimiento del primer vagón, e igualmente para la existencia de las
cosas reales en nuestro mundo.
Por supuesto, siempre es tentador decir que basta con saber que cada vagón
es jalado por el que le antecede. En un sentido es claramente cierto que el
vagón A es jalado por el vagón B. Pero B puede jalar A sólo porque al mismo
tiempo C está jalando a B. La acción de atracción de B es transferida desde C.
Entonces también es cierto que A es jalado por C. Por supuesto, lo mismo es
cierto de D, y E, y así sucesivamente.
Una última opción se sugiere a sí misma. Suponga que hay una cantidad
infinita de vagones, o como dicen los naturalistas: “Lo intrincado del universo
se pierde en una complejidad infinita”. Pero un número infinito de vagones, sin
importar la complejidad de su disposición, dejan todavía sin explicar por qué
se mueve el primer vagón y, por lo tanto, por qué se mueve cada uno de los
demás. Dejar que la secuencia se pierda en el infinito no explica nada.
Punto 3: El sistema de cosas contingentes causalmente dependientes
debe ser finito
Esta idea es simplemente la conclusión obvia del punto 2. Si la serie o
sistema no pueden ser infinitos, entonces deben ser finitos. No hay otra
opción, a menos que uno quisiera argumentar que nada existe en realidad.
Algunos piensan que el mundo es sólo una fantasía privada, pero esa opción es
muy poco racional.
Conclusión: Debe haber una primera causa en el sistema de cosas
contingentes
Si la secuencia causal es finita, entonces debe haber una primera causa sin
importar cuántas causas haya en la serie. Este concepto de “primera causa”
conecta dos ideas. Decir que una causa es la primera es decir que no necesita
ni tiene causa. ¡La primera es la primera! Entonces es fundamentalmente
diferente de todas las demás causas de la serie: no es contingente. No depende
absolutamente de nada, ni está limitada por nada, ni existe por ninguna otra
causa. Sencillamente inicia la causalidad.
Por otro lado, decir que la conclusión es la primera causa es definir su
relación con todo lo demás en la serie: particularmente que es la causa de todo
lo demás. Es la causa de todas las cosas porque inicia toda la actividad
causal, sin negar que de hecho cada causa es por derecho propio causa de la
siguiente en la serie, y es el efecto de la anterior. Este es el significado
total de la omnipotencia: que casi literalmente todo poder tiene su única
fuente aquí.
La única explicación para la línea de vagones en movimiento es que en algún
lugar hay una locomotora con suficiente poder para jalar todo el tren, sin que
ésta necesite ser jalada. Así que la idea de una primera causa es más completa
de lo que parece a primera vista. Es la causa que inicia la existencia de todo
el sistema de causas, y existe sin ninguna causa o dependencia de ningún tipo.
Carece completamente de causa. Note que no se causa a sí misma, como si tuviera
deficiencias o necesidades que pudiera llenar. Carece completamente de causa,
de límite y medida.
Hay tres tipos de objeciones generalmente confrontadas al argumento
cosmológico. Primeramente, la crítica más frecuente al AC es que no hay razón
para creer que la conclusión es el Dios cristiano: el Dios de la Biblia.
Aunque es un buen argumento, la objeción generalmente vale, sólo nos da
una “primera causa”. La causa podría ser algún factor de espacio-tiempo:
digamos la teoría de la gran explosión, partículas elementales, un estado de
energía o incluso un vacío original. Ciertamente la conclusión del argumento no
nos lleva a un Dios creador infinito que nos ama y desea que nos relacionemos
con Él y le adoremos.
Sí, debemos conceder que en sentido estricto la conclusión del argumento
cosmológico no nos da un concepto completo de Dios. Sin embargo, lo que sí nos
da, es que todo sistema causal tiene sólo un número finito de vínculos y, por
lo tanto, una primera causa sin causa; es suficiente para vencer al naturalismo
ateo cuando sostiene que el universo es un sistema causal cerrado existente por
sí mismo, por casualidad, sin causa externa alguna.
Aun así, la mejor respuesta es estar de acuerdo: el AC sólo prueba lo que
prueba. Ciertamente, querremos más información sobre Dios (otros argumentos y
especialmente revelación). La gente que utiliza esta objeción con frecuencia
supone que a menos que sepamos todo acerca de Dios, no sabemos nada.
Obviamente, esto es falso. Yo sé mucho acerca de muchas cosas sin saber
todo acerca de ninguna de ellas. Se muchas cosas ciertas de mi vida, pero no
pretendería estar ni siquiera cerca de saberlo todo.
Una segunda objeción dice que las series infinitas sí son posibles después
de todo. Como el argumento cosmológico depende de la negación de una serie
infinita de causas, supuestamente falla. La secuencia de números cardinales,
como la aprendimos en la escuela primaria, es infinita. Podríamos asignar un
número cardinal a cada miembro de cualquier secuencia causal y tendríamos
entonces una secuencia infinita de causas.
Esta objeción se presenta en muchas formas, pero todas pasan por alto los
detalles específicos del sistema de causas del AC. Son cuatro características.
Cada una es crucial para eliminar la posibilidad de infinidad. (1) Es un
sistema: una red interconectada de causas y efectos. (2) Cada causa es
contingente en sí misma: necesita una causa. (3) En el argumento cosmológico
aristotélico (o aquinístico) la dependencia es concurrente, no cronológica. Se
refiere a relaciones de dependencia concurrente dentro de un sistema de causas.
(4) La relación específica a la que se refiere el AC genérico es la causa de la
existencia misma. El punto clave del argumento cosmológico es que no puede
haber una serie infinita de causas con las cuatro características mencionadas
arriba, no que no pueda haber series infinitas de otros tipos, incluyendo
algunos muy similares, tales como secuencias de causas en el tiempo, como las
relaciones padre-hijo.
Note que tomando en cuenta este punto, es irrelevante al argumento si el
universo mismo puede ser infinito en cualquier sentido. Tomás de Aquino pensaba
que por lo menos es posible que el universo exista en un tiempo infinito, como
Aristóteles había dicho. Éste sostuvo que sólo por la Biblia sabemos que Dios
creó el universo en un principio del tiempo. El argumento simplemente muestra
que no puede haber una secuencia infinita de causas (dependientes y
concurrentes) de la existencia de las cosas.
Una tercera objeción típica sostiene que no sabemos todo del universo y por
lo tanto no podemos empezar el argumento sin una proposición acerca del
universo entero. No sabemos si todo es contingente. La forma más fácil de
contestar esto es admitir que es cierto, pero notar que no mencionamos, y a
propósito evitamos mencionar, a todas las cosas o todo el universo. La
conclusión sigue siendo válida. Además, el argumento muestra que si hay algo
más que no sea contingente, entonces por definición no tiene causa y, por lo
tanto no puede ser la gran explosión, ni alguna partícula, ni ningún otro
suceso o cosa contingente.
El peor significado del argumento bajo esta objeción es que existen varios
dioses. Concedido, el AC por sí mismo no elimina eso. Sin embargo, Tomás de
Aquino aprendió de Aristóteles, y de hecho Parménides lo supo antes, que sólo
puede haber un ser infinito o sin causa. Cualquier segundo ser infinito tendría
que ser diferente del primero en alguna forma, pero un ser infinito no puede
ser más ni menos que otra cosa. Todos aprendimos desde la niñez que infinito
menos o más infinito sigue siendo infinito. Así que sólo puede haber un Dios
infinito.
Queda claro que Tomás de Aquino quería que este argumento jugara un papel
importante en nuestro entendimiento, no sólo de Dios y la religión, sino de
todo, como fue también para Aristóteles. Lo que dice es que no podemos darle
ningún sentido a nuestra realidad lejos de Dios. El Dios del argumento
cosmológico da un mejor sentido a la forma en que experimentamos la vida.
Published August 10, 2006