Por Paul L. Maier, profesor Russell H. Seibert de Historia Antigua en la Universidad del Oeste de Michigan
Flavio Josefo (37 d.C. – c. 100) fue un historiador judío nacido en Jerusalén cuatro años después de la crucifixión de Jesús en la misma ciudad. Debido a su proximidad con Jesús en tiempo y espacio, sus escritos tienen la calidad de testigo casi ocular porque se relacionan con todo el entorno cultural de la era del Nuevo Testamento. Pero su alcance es mucho más amplio, ya que engloban también el mundo del Antiguo Testamento. Sus dos mayores obras son Antigüedades Judías, que revela la historia hebrea desde la Creación hasta el inicio de la gran guerra con Roma en el año 66 d.C., y La Guerra de los Judíos, la cual aunque escrita antes registra la destrucción de Jerusalén y la caída de Masada en el año 73 d.C.
Josefo es la principal fuente, y la más completa, de la historia judía que haya sobrevivido desde la antigüedad, conservada prácticamente intacta a pesar de su gran extensión (el equivalente a 12 volúmenes). Debido al apoyo que recibió de los emperadores flavianos en Roma -Vespasiano, Tito y Domiciano- Josefo pudo incluir una cantidad increíble de detalles en sus registros, un lujo negado a los escritores del evangelio, quienes parecen haber estado limitados a un rollo cada quien debido a que los primeros cristianos no eran ricos. Así, Josefo siempre ha sido considerado como una fuente extrabíblica muy importante, ya que sus escritos no solamente se relacionan bien con el Antiguo y el Nuevo Testamento, sino que con frecuencia proporcionan información adicional acerca de personalidades como Herodes el Grande y su dinastía, Juan Bautista, Santiago el medio hermano de Jesús, los sumos sacerdotes Anás y Caifás y su clan, y Poncio Pilato, entre otros.
Con este entorno, era de esperarse que se refiriera a Jesús de Nazaret, y lo hace -dos veces, de hecho. En Antigüedades 18:63 -a la mitad de su relato sobre Poncio Pilato (26-36 d.C.)- Josefo hace la más extensa referencia secular a Jesús que aparezca en cualquier fuente del primer siglo. Más tarde, cuando relata sucesos de la administración del gobernador romano Albino (62-64 d.C.) en Antigüedades 20:200, nuevamente menciona a Jesús en conexión con la muerte de su medio hermano, Santiago el Justo de Jerusalén. Estos pasajes, junto con otras referencias extrabíblicas y no cristianas a Jesús en fuentes seculares del primer siglo -entre ellas Tácito (Anales 15:44), Suetonio (Claudio 25) y Plinio el Joven (Carta a Trajano)- prueban definitivamente que cualquier negación de la historicidad de Jesús es puro sensacionalismo producido por gente desinformada o deshonesta.
Debido a que las citadas referencias a Jesús son vergonzosas para tal tipo de personas, han sido atacadas por siglos, especialmente los dos casos de Josefo, lo que ha provocado la aparición de una gran cantidad de libros académicos. Estas referencias constituyen el bloque más grande de pruebas del primer siglo a favor de la existencia de Jesús fuera de las fuentes bíblicas o cristianas, y bien pueden ser la razón de que las vastas obras de Josefo hayan sobrevivido casi intactas a través de los siglos, siendo que otras grandes obras de la antigüedad se perdieron en su totalidad. Examinemos cada una de ellas.
Antigüedades 18:63
El texto estándar de Josefo dice así:
Por ese tiempo vivió Jesús, un hombre sabio, si en verdad uno debe llamarlo hombre. Porque realizó hechos extraordinarios y fue maestro de quienes aceptaron felizmente la verdad. Se ganó a muchos judíos y griegos. Era el Mesías. Cuando fue acusado por los hombres más importantes de nuestro pueblo, y Poncio Pilato lo condenó a ser crucificado, quienes originalmente habían llegado a amarlo no cesaron de hacerlo; porque se les apareció al tercer día, restaurado a la vida, como los profetas de la Deidad habían predicho esta y otras incontables maravillas acerca de él, y la tribu de los cristianos, así llamados en honor a él, no ha desaparecido hasta nuestros días. (Todas las citas de Josefo, excepto la siguiente, son de P.L. Maier, ed./trad. al inglés, Josephus -The Essential Works [Josefo: Obras Esenciales], Grand Rapids: Kregel Publications, 1994).
Aunque este pasaje aparecía así ya en manuscritos del tercer siglo, el historiador cristiano Eusebio y otros eruditos a través del tiempo han sospechado que hubo una interpolación cristiana, pues es muy improbable que Josefo haya creído en Jesús como Mesías o en su resurrección, ya que nunca se convirtió al cristianismo. Sin embargo, en 1972 el profesor Schlomo Pines de la Universidad Hebrea de Jerusalén anunció haber descubierto en las obras del historiador Agapio del siglo X una tradición diferente del texto del manuscrito de Josefo, que dice lo siguiente en Antigüedades 18:63:
En ese tiempo hubo un sabio llamado Jesús, y su conducta fue buena, y fue conocido por virtuoso. Muchas personas de entre los judíos y las otras naciones se convirtieron en sus discípulos. Pilatos lo condenó a morir crucificado. Pero quienes se habían convertido en sus discípulos no abandonaron su enseñanza. Informaron que él se les apareció tres días después de haber sido crucificado y que estaba vivo. Según esto, tal vez haya sido el Mesías, de quien los profetas habían informado maravillas. Y la tribu de los cristianos, llamada así en honor a él, no ha desaparecido hasta hoy.
Esta es claramente una forma en que un judío podría haber escrito sin ser cristiano. (Schlomo Pines, An Arabic Version of the Testimonium Flavianum and its Implications [Una Versión Arábiga del Testimonio Flaviano y sus Implicaciones], Academia de Ciencias y Humanidades de Jerusalén, 1971).
La opinión de los expertos respecto a Antigüedades 18:63 se divide en tres creencias básicas:
1) El pasaje original es totalmente auténtico (opinión de una minoría);
2) Todo es una falsificación cristiana (opinión de un grupo aún menor); y
3) El texto de Josefo que incluye material auténtico sobre Jesús contiene interpolaciones cristianas (opinión de la gran mayoría hoy en día, particularmente considerando el texto agapiano -inmediatamente anterior- que no muestra signos de interpolación.
Josefo debe haber mencionado a Jesús en la versión auténtica de Antigüedades 18:63 ya que este pasaje está presente en todos los manuscritos griegos de Josefo, y la versión agapiana concuerda bastante bien con su gramática y vocabulario en todas las demás partes. Además, Jesús es retratado como un “hombre sabio” [sophos aner], una frase no utilizada por los cristianos pero empleada por Josefo para referirse a personalidades como David y Salomón.
Además, su declaración de que Jesús se ganó a “muchos griegos” no aparece en el Nuevo Testamento, y por tanto difícilmente es una interpolación, sino algo que Josefo habría notado en su época. Finalmente, el hecho de que en la segunda referencia a Jesús en Antigüedades 20:200 (que viene a continuación) lo llama sencillamente el Christos [Mesías], sin más explicaciones, sugiere que ya se había hecho una identificación previa y detallada. Si esta hubiera sido la primera mención, probablemente la frase habría sido algo como “…hermano de cierto Jesús, a quien llamaban el Cristo”.
Antigüedades 20:200
Este es un pasaje muy importante, ya que tiene muchos paralelos sorprendentes con lo que sucedió el Viernes Santo, y sin embargo parece haber sido ignorado casi por completo por los expertos revisionistas del Nuevo Testamento. Habla sobre la muerte del medio hermano de Jesús, Santiago el Justo de Jerusalén, en la época del sumo sacerdote Anano, hijo del anterior sumo sacerdote Anás y cuñado de Caifás, ambos bien conocidos en los evangelios. El texto de Josefo dice así:
Con tal carácter [“impulsivo y temerario” por el contexto], Anano pensó que con Festo muerto y Albino aún en camino, él tendría la oportunidad adecuada. De acuerdo con los jueces del Sanedrín, trajo ante ellos al hermano de Jesús llamado el Cristo, cuyo nombre era Santiago, y a ciertos otros. Los acusó de haber transgredido la ley y los entregó para que fueran lapidados. Pero de entre los residentes de la ciudad, aquellos a quienes se les consideraba más justos y estrictos en la observancia de la ley, se ofendieron por esto. Por tanto, secretamente se pusieron en contacto con el rey [Herodes Agripa II], incitándolo a ordenar a Anano que desistiera de ese tipo de acciones, porque no tenía justificación para lo que ya había hecho. Algunos de ellos incluso fueron a ver a Albino, quien estaba de camino a Alejandría, y le informaron que Anano no tenía autoridad para convocar al Sanedrín sin su consentimiento. Convencido de estas palabras, Albino escribió en tono iracundo a Anano, amenazándolo con un castigo. Y debido a esto, el rey Agripa lo destituyó del cargo de sumo sacerdote, el cual había desempeñado durante tres meses.
Esta segunda vez que Josefo se refiere a Jesús no muestra manipulación del texto y está presente en todos los manuscritos. Si hubiera habido interpolación cristiana aquí, sin duda se habría incluido más material sobre Santiago y Jesús que esta breve nota de paso. Santiago hubiera sido adornado con lenguaje elogioso y llamado “el hermano del Señor”, como el Nuevo Testamento lo define, en lugar de “el hermano de Jesús”. Además, el Nuevo Testamento no podría haber sido la fuente de Josefo porque no proporciona detalles sobre la muerte de Santiago. Que Josefo haya definido a Jesús como aquel a “quien llamaban el Christos” es creíble e incluso necesario en vista de los otros veinte Jesuses que cita en sus obras.
Consecuentemente, la gran mayoría de los eruditos contemporáneos consideran este pasaje como genuino en su totalidad, y concuerdan con el experto en Josefa, Louis H. Feldman, y su nota a la edición de Josefo publicada por la Biblioteca Clásica de Loeb: “…pocos han dudado de la legitimidad de este pasaje sobre Santiago” (Louis H. Feldman, tr. al inglés, Josephus, IX; Cambridge, MA: Harvard University Press, 1965, 496).
La preponderancia de las pruebas sugiere enérgicamente que Josefo realmente mencionó a Jesús en ambos pasajes. Lo hizo en una forma totalmente congruente con el retrato de Cristo en el Nuevo Testamento, y su descripción desde el punto de vista de un no cristiano parece notablemente justa, especialmente en vista de su bien conocida tendencia a “quemar” a los falsos Mesías, a los que consideraba desgraciados que desviaron a la gente y provocaron la guerra contra los romanos.
Además, en su segunda referencia las actitudes del sumo sacerdote y el Sanedrín contra el gobernador romano, refleja perfectamente las versiones del Evangelio en cuanto a la existencia de dos partidos opuestos en los sucesos del Viernes Santo. Y estas pruebas extrabíblicas no provienen de una fuente cristiana tendiente a hacer que los Evangelios parezcan buenos, sino de un autor judío que nunca se convirtió al cristianismo.
Para un análisis más amplio sobre Josefo y su importancia para la investigación bíblica, por favor vea Josephus – The Essential Works [Josefo: Las Obras Esenciales] (Paul L. Maier, ed./trad. al inglés; Grand Rapids: Kregel Publications, 1994).
Published November 3, 2017