Por Bill Gordon
La Importancia de la Doctrina de la Trinidad
La doctrina de la Trinidad es una de las creencias más importantes del
cristianismo. Es el centro de la comprensión cristiana de Dios y es aceptada
por todos los grupos cristianos.
Una Explicación de la Trinidad
La doctrina de la Trinidad es la creencia de que sólo hay un Dios vivo y
verdadero. Sin embargo, ese único Dios es tres personas diferentes: Dios Padre,
Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Cada persona tiene sus propios atributos, pero
sin división en naturaleza, esencia o ser. Disfrutan de comunión eterna y
comparten igualdad.
La doctrina de la Trinidad niega el triteísmo: la creencia de que hay tres
dioses. Sólo hay uno. También refuta el modalismo: el concepto de que Dios es
una sola persona que aparece en tres modalidades diferentes en momentos
distintos. Las tres personas de la Trinidad existen simultáneamente. Son
personas distintas y eternas en el único Dios.
Aunque la palabra “Trinidad” no se encuentra en la Biblia, su verdad se
expresa en muchos pasajes bíblicos. La Biblia reconoce al Padre como Dios, al
Hijo como Dios y al Espíritu Santo como Dios.
La Doctrina de la Trinidad en la Historia Temprana de la
Iglesia
Mucha gente que rechaza la doctrina de la Trinidad arguye que ésta se
desarrolló después del tiempo de los apóstoles. La mayoría de los críticos de
la Trinidad señala el Concilio de Nicea, en 325 d.C, y el Concilio de
Constantinopla, en 381 d.C., como los eventos que introdujeron la doctrina de
la Trinidad a la iglesia. Esta afirmación no se apoya en registros históricos,
como lo demuestra un examen de los escritos de los cristianos anteriores a
dichos concilios.
Clemente de Roma escribió una carta a la iglesia de Corinto alrededor del
año 96 d.C. Ahí explica a Dios en términos compatibles con la doctrina de la
Trinidad. Escribe: “Acaso no tenemos un Dios, un Cristo, un Espíritu de gracia
que fue derramado sobre nosotros?” (Cyril Richardson, Padres de la Iglesia,
Nueva York: The Macmillan Co., 1970, p. 65). También dice: “Porque como Dios
vive, y como el Señor Jesucristo vive y el Espíritu Santo (en quien los
elegidos creen y esperan….” (Ibid, p. 70). Además, la fórmula trinitaria de
Mateo 28:19 es citada dos veces en el “Didache”, un manual de la iglesia
escrito alrededor del año 90-100 d.C.
Ignacio de Antioquia escribió varias cartas antes de su fallecer en 117 d.C.
En su carta a los Efesios afirmaba tanto la humanidad como la deidad de
Jesucristo: “La fuente de su unidad y elección es el sufrimiento genuino que
padecen por voluntad del Padre y de Jesucristo, nuestro Dios” (Ibid., p.
87-88). En la misma carta también escribe: “Sólo hay un médico –carnal
pero espiritual, nacido pero eterno, Dios encarnado, vida genuina en medio de
la muerte, nacido de María así como de Dios, primero sujeto al sufrimiento
luego más allá del mismo– Jesucristo Nuestro Señor”. (Ibid., p. 90). En su
carta a los Romanos, Ignacio también se refiere a Jesucristo como a “Nuestro
Dios” (Ibid., p. 103). Otro de los primeros cristianos llamado Justino escribió
su Primera Apología alrededor del año 155 d.C. Ahí declaró que el Hijo es
divino (Ibid., p. 285).
La doctrina de la Trinidad también está implícita en la Súplica de
Atenágoras a los Emperadores Marco Aurelio y Lucio Aurelio, 176-77 d.C. “El
Hijo está en el Padre y el Padre en el Hijo por la unidad y poder del Espíritu”
(Ibid., p. 309). Atenágoras repite su posición Trinitaria en otra parte del
mismo documento: “Hablamos de Dios, el Hijo, su Palabra, y del Espíritu Santo;
y decimos que el Padre, el Hijo y el Espíritu están unidos en poder” (Ibid., p.
326).
En la segunda mitad del siglo II, Ireneo de Lyons escribió su obra Contra
las Herejías. Ahí afirma lo siguiente: “Jesucristo Nuestro Señor, Dios,
Salvador y Rey, según place al Padre invisible” (Ibid., p. 360). Por ese
tiempo, Tertuliano arguyó en su tratado Contra Praxeas que el Padre, el Hijo y
el Espíritu Santo son un Dios (Justo L. González, Historia del Pensamiento
Cristiano, vol. 1, Nashville: Abingdon Press, 1970, p. 182-183). Otros de los
primeros cristianos también afirmaron su creencia en la doctrina de la
Trinidad, incluyendo a Orígenes (185-254 d.C.) y Novaciano de Roma (mitad del
siglo III) (Ibid., p. 226, 242).
Evidencia Bíblica de la Doctrina de la Trinidad
La Biblia reconoce al Padre como Dios. El Salmo 89:26 dice: “Él me dirá: ‘Tú
eres mi Padre, mi Dios, la roca de mi salvación'”. En su primera epístola Pedro
escribe: “según la previsión de Dios Padre” (1 P. 1:2, NVI; ver también Mt.
6:9, 7:11; Rm. 8:15; 1º P. 1:17).
La Biblia llama Dios a Jesús (el Hijo). Juan 1:1 (NVI) dice que Jesús es
Dios: “En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el
Verbo era Dios”. La frase: “el Verbo era Dios” no puede traducirse
legitimamente como “el verbo era un dios” como hacen los testigos de Jehová en
su Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras (Nueva York: Bible and
Tract Society, 1984). La falta de artículo definido en el texto griego
sencillamente identifica a la palabra “Dios” como el predicado de la oración.
La afirmación de los testigos de Jehová en cuanto a que Jesús es un dios
inferior al Padre, es falsa. Tal afirmación no sólo va contra la gramática
griega sino que habría sido impensable para un judío del primer siglo. La
posición de los testigos de Jehová en realidad aboga por una forma de
politeísmo que consiste en un dios grande y otro pequeño.
Cuando Tomás se refiere a Jesús como “¡Señor mío y Dios mío!” (Juan 20:28,
NVI), Jesús no lo corrije. Pablo y Bernabé actúan de forma muy diferente cuando
la gente de Listra quiere rendirles culto como a dioses, en Hechos 14:8-18. Se
arriesgan mucho para convencer a la gente de que no son seres divinos. Según
Juan, en el libro de Apocalípsis, el ángel al que él empezó a adorar también
rechazó el tratamiento divino. El ángel insistió en que Juan se detuviera y
dijo: “¡No lo hagas! Yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos que mantienen el
testimonio de Jesús. ¡Adora a Dios!” (Ap. 19:10, RVR1995).
Tito 2:13 (NVI) declara que Jesucristo es Dios: “mientras aguardamos la
bendita esperanza, es decir, la gloriosa venida de nuestro gran Dios y Salvador
Jesucristo”. Es muy difícil entender como este pasaje podría referirse a la
aparición del Padre, ya que Juan 1:18 (NVI) dice: “A Dios nadie lo ha visto
nunca; el Hijo unigénito, que es Dios y que vive en unión íntima con el Padre,
nos lo ha dado a conocer”. Tito 2:13 indica que Jesucristo es tanto Dios como
Salvador. Esta misma verdad es enseñada en 2 Pedro 1:1 (NVI), donde Jesucristo
es llamado “nuestro Dios y Salvador”. Estos pasajes declaran que Jesucristo es
verdaderamente Dios.
El autor de Hebreos, citando el Salmo 45:6 dice: “Pero con respecto al Hijo
dice: “Tu trono, oh Dios, permanece por los siglos de los siglos, y la justicia
es el bastón de mando de tu gobierno” (Hb. 1:8, NVI). En Hebreos 1:10, el autor
cita el Salmo 102:24-25, un pasaje que se refiere a Dios y lo aplica al Hijo.
Por lo tanto, el autor inspirado de Hebreos identifica al Hijo como Dios.
La Biblia identifica al Espíritu Santo como Dios. Pedro lo hace en Hechos
5:3-4 (NVI): “–Ananías –le reclamó Pedro–, ¿cómo es posible que Satanás haya
llenado tu corazón para que le mintieras al Espíritu Santo? . . . ¡No has
mentido a los hombres sino a Dios!” La Biblia describe al Espíritu Santo como
poseedor de atributos que pertenecen exclusivamente a Dios (Sal. 139:7-13; Lc
1:35; Rm. 15:19; 1 Cor. 2:10; Hb. 9:14). El Espíritu Santo hace el trabajo de
Dios (Gn. 1:26-27; Jb 33:4; Jn. 3:5-6; Hch 16:6-7,10; Rm. 1:4; 1 P. 3:18; 2 P.
1:21). También recibe el honor debido sólo a Dios (Mt. 28:19; 2 Cor.
13:14).
La Biblia Describe al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo como
Personas Distintas
El Padre y el Hijo son personas independientes. La Biblia distingue a Jesús
del Padre (Jn. 1:14,18; 3:16). Ya que el Padre envía al Hijo, deben ser
independientes uno del otro (Juan 10:36; Gl. 4:4).
El Padre y el Hijo son descritos como independientes del Espíritu Santo.
Jesús distinguió al Espíritu Santo de Sí Mismo y del Padre (Juan 14:16-17). El
Espíritu Santo procede del Padre (Jn 15:26). El Espíritu Santo es enviado por
el Padre y por el Hijo (Jn. 14:26; 15:26).
El Espíritu Santo es una persona. Aunque la palabra griega utilizada para
“espíritu” es neutra, en Juan 15:26 y 16:13-14 se utiliza el pronombre
masculino para referirse al Espíritu Santo. El trabajo del Espíritu Santo como
Confortador, Ayudante y Maestro sugiere que debe ser una persona (Jn. 14:16,26;
15:26). Su nombre se menciona con el de otras personas, lo que implica su
propia personalidad (Mt. 28:19; Jn 16:14-15; Hch 15:28; 2 Cor. 13:14; 1 P.
1:1-2). El Espíritu Santo realiza hechos que implican su personalidad (Gn. 6:3;
Lc. 12:12; Hch 2:4; 13:2; 16:6-7; Rm. 8:26; 1 Cor. 2:10-11). Su personalidad
también queda indicada por el hecho de que es afectado por los actos de otros
(Mt. 12:31; Hch. 5:3-4,9; 7:51; Ef. 4:30).
Las tres personas de la Trinidad son eternas. La persona del Hijo existió
antes de su encarnación (Jn. 1:1-3; 8:58; 17:5,24; Fil. 2:6; Col. 1:15-17; Ap.
14). Otros pasajes bíblicos revelan el carácter eterno del Espíritu Santo (Gn.
1:1-2; Hb. 9:14).
La doctrina de la Trinidad no es una forma de triteísmo. Los cristianos no
creen que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son tres dioses, sino tres
personas en un sólo Dios. Aunque son personas distintas, son uno en esencia.
Dios no es tres y uno, sino tres en uno (Jn. 5:17,19; 14:9; 15:26; 17:21-23; 2
Cor. 5:19).
Las tres personas de la Trinidad son iguales. El Padre es igual al Hijo,
quien es igual al Espíritu (Rm. 8:11-14; 2 Cor. 4:4; Gl. 3:26; 4:4-6; Hb. 1:3;
2 P. 1:21). Varios pasajes hablan del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en
el mismo contexto (Mt. 28:19; 1 Cor. 12:4-6; 2 Cor. 13:14; Ef. 4:4-6; Tito
3:4-6). Las tres personas de la Trinidad levantaron a Jesús de entre los
muertos (Jn. 2:19; 1 Cor. 6:14; 1 P. 3:18).
La Obra y Enseñanzas de Jesucristo
El Antiguo Testamento no sólo predice el nacimiento de Jesús sino que afirma
su deidad. Con respecto a su nacimiento, Mateo 1:23 (NVI) cita a Isaías 7:14 y
llama a Jesús “Emmanuel”, que significa “Dios con nosotros”. Su nacimiento de
una virgen también revela la naturaleza humana y divina de Jesús. La
pre-existencia de Jesús afirma su divinidad (Jn. 1:1; 8:58; 17:5,24; Fil.
2:5-11).
Jesús proclamó su igualdad con Dios el Padre. En Juan 5:17 (NVI) dice: “Mi
Padre aun hoy está trabajando, y yo también trabajo”. Los judíos que lo
escucharon entendieron esto como una auto proclamación de deidad y trataron de
matarlo. Cuando Jesús se refirió a Dios como Padre (Jn. 5:17-18) y a Sí Mismo
como “Hijo de Dios” (Jn. 10:36), estaba afirmando su propia deidad. Jesús habló
de su relación especial con el Padre cuando se refirió a Él como “Mi Padre”
(Jn. 20:17, NVI).
En Juan 5:23 (NVI), Jesús también se proclama igual a Dios cuando dice:
“para que todos honren al Hijo como lo honran a Él. El que se niega a honrar al
Hijo no honra al Padre que lo envió”. Igualmente, reafirmó su deidad en Juan
10:30 (NVI) cuando dijo: “El Padre y yo somos uno”. Nuevamente, los judíos que
lo escucharon tomaron piedras para lapidarlo porque creían que al proclamarse
igual a Dios había cometido el pecado de blasfemia. Las repetidas ocasiones en
que Jesús afirma “Yo soy” también reafirman su divinidad. En Juan 8:58 Jesús no
sólo proclama pre-existencia, sino igualdad con Dios, el “YO SOY QUIEN SOY” de
Ex. 3:14, NVI.
Aunque afirman la total igualdad de Jesús y el Padre, las Escrituras indican
que Jesús se sometió voluntariamente al Padre. Filipenses 2:6-8 (NVI) indica
que Jesús era igual a Dios Padre, aunque renunció a su gloria celestial cuando
vino a la tierra: “quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual
a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente,
tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y
al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la
muerte, ¡y muerte de cruz!” Esta sumisión voluntaria al plan del Padre explica
las ocasiones en que Jesús reveló que el Padre lo había enviado (Juan 6:38;
12:44-45; 14:24; 17:3). También aclara lo que Jesús quiso decir con estas
palabras: “el Padre es más grande que yo” (Juan 14:28, NVI).
La divinidad de Jesús también queda de manifiesto por sus acciones. Jesús
hizo cosas que sólo Dios puede hacer. Perdonó pecados (Mt. 9:6), una blasfemia
para los judíos, porque sólo Dios podía perdonar pecados. Reclamó para sí toda
autoridad (Mt. 28:18). Afirmó ser el único camino de salvación (Juan 3:36;
14:6). Aseguró tener autoridad para juzgar al mundo (Jn 5:22). Génesis 1:1
(NVI) indica que “En el principio Dios creó los cielos y la tierra”; sin
embargo, el Nuevo Testamento revela que Jesús creó el mundo (Juan 1:3; Col.
1:16-17).
La única conclusión es que la doctrina cristiana de la Trinidad describe con
precisión el testimonio bíblico acerca de Dios. Los humanos, por ser finitos,
no podemos explicar racionalmente la doctrina de la Trinidad. Esto no debe
sorprendernos, ya que muchas de las cosas que la Biblia enseña acerca de Dios
están fuera de nuestra comprensión total. Por ejemplo, la Biblia habla sobre la
existencia de Dios, la creación del universo, la expiación de los pecados y la
resurrección de los muertos, aunque ninguna de estas verdades puede ser
entendida cabalmente por mentes finitas. Como sucede con la doctrina de la
Trinidad, los cristianos no aceptan estas enseñanzas porque puedan explicarlas
racionalmente, sino porque la Biblia las enseña.
Published August 22, 2006