Por Bruce A. Little
Una revisión casual de la historia de la iglesia, o la asistencia regular a una
reunión de oración cristiana sin duda evidenciará que los cristianos sufren. De
hecho, la mayoría, si no todos quienes lean esto, tendrán alguna experiencia de
primera mano en alguna forma de sufrimiento. Por supuesto, no sólo son los
cristianos quienes sufren en este mundo, ya que el mundo está lleno de
sufrimiento. Sin embargo, el asunto que nos compete es el por qué en particular
sufren los cristianos. Y la pregunta no es por qué Dios permite que los
cristianos sufran, o por qué es que tienen que sufrir. La cuestión aquí tampoco
es preguntarnos sobre el sufrimiento de los cristianos cuando son disciplinados
por el Señor (ver Heb. 12:3-17). Cada una de estas preguntas merece su propia
respuesta, pero el tema que hoy nos concierne es contestar una interrogante
diferente. El asunto que nos compete abarca varias categorías del sufrimiento
de los cristianos. No se trata de identificar una experiencia particular
de sufrimiento, como luchar contra el cáncer, sino considerar las amplias
categorías en las que puede ocurrir el sufrimiento. La razón de abordar el tema
de esta manera es para averiguar si algunas de las promesas bíblicas relativas
al sufrimiento aplican sólo a ciertas categorías de sufrimiento. Defenderé la
existencia de tres de estas categorías: (1) Los cristianos pueden sufrir
cuando viven correctamente delante de Dios; (2) A veces, los cristianos sufren
simplemente por que son parte de la raza humana que vive en un estado caído;
(3) los cristianos pueden sufrir cuando se comportan como malhechores.
La Biblia no oculta el hecho de que los cristianos sufren por ser cristianos.
Pablo le recuerda a Timoteo que aquellos que viven vidas agradables a Dios
sufrirán persecución (ver 2 Tim. 3:12). Jesús sufrió y supo que el siervo no
era mayor que su Señor (ver Juan 13:16 Aún el gran capitulo de la Biblia
que registra los nombres de aquellos que vivieron por fe, no sólo habla de sus
grandes hazañas para Dios, sino también el terrible sufrimiento que algunos
soportaron por causa de su fe (ver Heb. 11:35-40). Por tanto, no es una gran
sorpresa que los cristianos tengan, y continúen, pasando por tiempos
difíciles al hacer la voluntad del Padre. Jesús, en su Sermón del Monte, enseñó
que sería bienaventurado aquél que sufre por causa de la justicia (ver
Mat. 5:11). Pablo habla de nuestro consuelo cuando sufrimos por
Cristo (ver 2 Co. 1:3-7). Pedro menciona cómo la prueba de nuestra fe es más
preciosa que el oro que perece (ver 1 Pe. 1:6-7). Después, Pedro dice que si
somos reprochados por causa del nombre de Cristo, entonces somos bendecidos
(3:14) Santiago escribe, “Mis hermanos, tened por sumo gozo cuando os
encontréis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de su fe produce
paciencia” (ver Santiago 1:2-3; RV).
Todos estos pasajes se refieren claramente al sufrimiento por causa de la
justicia. En consecuencia, debemos considerar que las bendiciones asociadas con
el sufrimiento por causa de la justicia sólo aplican a esta categoría de
sufrimiento. Esto es, la promesa de bendición cuando se sufre por causa de la
justicia no tiene aplicación al sufrimiento del cristiano cuando sufre por
errores cometidos o por vivir en un mundo caído. La mayoría de los textos antes
mencionados sólo afirman una bendición, pero no indican qué forma adquirirá la
bendición. Sin embargo, como aquellos que caminan por fe y no sólo por
vista, nos aferramos a Dios y a Su Palabra y dejamos que Él decida la forma de
la bendición que Él dará.
Otro versículo relativo al sufrimiento por causa de la justicia, que merece
atención es Romanos 8:28 (RV): “Y sabemos que los que aman a Dios todas las
cosas ayudan a bien, esto es, a aquellos que son llamados conforme a Su
propósito.” Este versículo puede ser el más citado en tiempos de dificultad. Se
cita cuando un cristiano padece un ataque al corazón, se cita cuando un ser
amado muere, o cuando hay un accidente terrible. Inevitablemente, el verso que
oiremos como justificación a esta aseveración es Romanos 8:28. Pero, ¿enseña
realmente este verso que “todas las cosas” en toda situación trabajan para el
bien de aquellos que aman a Dios? Tratare de demostrar que,
cuando se analiza el contexto del capítulo, el “todas las cosas” se limita sólo
a aquellas cosas que suceden como un resultado directo de vivir decididamente
para Cristo.
Mi investigación inicia con los primeros 17 versículos de Romanos 8.
Claramente, el tema es caminar en el Espíritu y no en la carne El verso 17
habla de sufrir con Jesús para que también nosotros seamos glorificados con él.
En este punto, el apóstol se lanza en una discusión acerca del sufrimiento, que
debe ser entendida, a partir del verso 17 como sufrimiento derivado de vivir
para Cristo. Él nos dice que el sufrimiento de este mundo no se compara con la
gloria venidera (ver v. 18). A partir de allí, Pablo habla de cómo aun la
creación espera ese día (ver vv. 19-25). Y después habla de cómo el
Espíritu ora por nosotros cuando nosotros no sabemos qué orar (ver vv. 26-27).
El contexto indica que es cuando sufrimos por causa de la justicia y no sabemos
que orar, que el Espíritu ora por nosotros de acuerdo con la voluntad del Padre
Pablo continúa diciendo que sabemos que Dios obra en “todas las cosas” en
conjunto para el bien de aquellos que le aman. Así, aunque no sepamos cómo
orar, podemos aún saber que cuando sufrimos por causa de la justicia, Dios está
trabajando a nuestro favor. El texto continúa para darnos rezones de por qué
debemos estar seguros que Dios está trabajando por nuestro bienestar (ver vv.
29-35). Menciona algunos de los tipos particulares de sufrimientos que los
creyentes enfrentaban (ver v. 35) y después dice que este sufrimiento fue
resultado de vivir para el Señor, “Por tu causa somos muertos todo el tiempo”
(v. 36, RV) La conclusión es que el “todas las cosas” se refiere al sufrimiento
específico de vivir una vida justa y no a cualquier tipo de sufrimiento. Al
terminar el capítulo, Pablo concluye discutiendo que no debemos retroceder por
el sufrimiento por causa de la justicia porque nada nos puede separar “del amor
que es en Cristo Jesús” (v. 39 RV). Por tanto, concluyo que Romanos 8:28 debe
aplicarse sólo al sufrimiento que viene por vivir una vida justa. Para todos
aquellos cristianos que viven justamente, cuando llegue la persecución, pueden
saber que Dios está obrando en esa situación. Pueden saber que Dios está
trabajando para su bienestar, y como resultado, recibirán bendición. En medio
del sufrimiento, pueden conocer el consuelo, la gracia y la misericordia del
Padre celestial.
La segunda categoría es el sufrimiento que resulta simplemente como
consecuencia de vivir en un mundo en estado caído. Después de la caída,
las cosas cambiaron en este planeta y el dolor y el sufrimiento se
establecieron en esta creación. Hay convulsiones de la naturaleza, como vemos
en los terremotos, tornados, y desastres similares. Como parte de este mundo,
los cristianos y los no cristianos se ven afectados por tales eventos.
Más aún, los hombres perversos realizan malas obras que tienen consecuencias
negativas en diversos niveles e intensidades. Los cristianos se ven
frecuentemente afectados por esto. No escapamos a los desperfectos de este
mundo sólo por ser cristianos. Incluso, cuando tomamos decisiones inadecuadas,
las consecuencias de tales decisiones nos persiguen a nosotros y a los demás.
Aún más, tanto cristianos como no cristianos sufren de ataques al corazón,
batallan contra el cáncer, y pierden hijos debido a enfermedades graves. La
diferencia no es que los cristianos estén exentos del sufrimiento de este mundo
que está horriblemente trastornado, sino en cómo soportan este sufrimiento. Tal
como Pablo y su aguijón en la carne, Dios es capaz de dar suficiente gracia
para sostenernos en medio del sufrimiento. Y frecuentemente es la demostración
de su gracia sustentadora lo que testifica al mundo de la realidad de la fe en
Dios por parte del cristiano. Frecuentemente el sufrimiento de un santo
convaleciendo en un hospital ha sido un testimonio de la gracia de Dios. Sin
embargo, este sufrimiento no es por causa de la justicia. En consecuencia, no
debemos aplicar las promesas asociadas con el sufrimiento por causa de la
justicia a esta situación. Lo que debemos hacer es buscar el rostro de Dios
fervientemente en oración buscando liberación de acuerdo a Su voluntad y
después descansar en Su gracia para que nos sustente a través de este tiempo. Y
si esta liberación llega en forma de salud, entonces demos gracias a Dios. Si
es abundancia de gracia, entonces regocijémonos en Él. Si significa
restauración de alguna manera, entonces testifiquemos de la providencia de
Dios. Esto aplica a aquellos que sufren directamente y a aquellos que están
cerca de aquellos que sufren indirectamente. La gracia de Dios (cualesquiera
que sea la forma que tome) puede ser una maravillosa ocasión para testificar al
mundo. Nadie sabe si por medio de ese testimonio algunos pudieran venir a la fe
en Jesús.
La tercera categoría de sufrimiento es aquel que viene porque nos involucramos
en malas obras. Si persistimos en pecar, la disciplina por la mano de Dios será
incomoda (pero benéfica) para nosotros (ver Hebreos 12:6-13). En ese
caso, si confesamos nuestros pecados y nos apartamos de ellos, entonces la
disciplina se convertirá en fruto apacible de justicia en nuestras vidas. Por
otra parte, y más al punto, quizás terminemos infringiendo las leyes civiles
del estado y suframos como delincuentes (ver 1 Pedro 4:15). Pedro simplemente
dice que no suframos como delincuentes. La razón por la que nos lo dice Pablo
es clara, las autoridades civiles son ministros de Dios para traer juicio a
aquellos que practican la maldad (ver Romanos 13:1-4). Cuando un
cristiano sufre como un delincuente, éste no debe quejarse sino aceptar su
castigo. Aquí no hay promesa de que todas las cosas obren para bien. Él o ella
debe confesar su pecado para que cumpla con su castigo en el temor de Dios y
pueda ser un testimonio de arrepentimiento y gracia, así como del perdón de
Dios. Debe ser testigo de Jesús donde se encuentre y bajo todas las
condiciones, sin importar cuál sea el castigo que enfrente. En caso de que
alguien se acerque al Salvador, aún sería incorrecto citar Romanos 8:28 para
sugerir que las buenas consecuencias justifican la mala conducta.
Cada vez que sufrimos, es importante saber por qué estamos sufriendo.
Indudablemente, algunas veces no será tan claro para los demás, pero debe ser
claro para nosotros. Una vez que hayamos determinado por qué estamos
sufriendo, debemos responder adecuadamente. Si sufrimos por causa de la
justicia, debemos regocijarnos. Si nuestro sufrimiento viene por causa del
trastorno de este mundo caído, debemos encontrar consuelo en la suficiencia de
Su gracia al traer nuestras oraciones ante Su trono. Y si sufrimos por que
hemos obrado indebidamente, necesitamos entonces confesar y arrepentirnos de
nuestro pecado y aceptar el castigo como creyentes obedientes. Seamos
cuidadosos de cuáles versículos citamos de la Biblia cuando tratamos de animar
a otros que están enfrentando el sufrimiento. Existen diferentes promesas
y responsabilidades para cada categoría de sufrimiento. Debemos ejercitar
discernimiento cuando aplicamos las promesas en las situaciones de sufrimiento.
El hecho es que, en las tres categorías, Dios puede claramente obrar en
nuestras vidas, así como en las circunstancias que están más allá de nuestro
alcance. Empero, sólo si sufrimos por causa de la justicia, debemos aplicar la
promesa de la bendición. En las demás situaciones de sufrimiento debemos
esperar la gracia de Dios, seguros de que siempre será suficiente.
Published August 9, 2006