¿Sabía Jesús “el secreto”?

Robert Velarde

“Tienes en tus manos un gran secreto”, dice la portada del éxito editorial

El secreto (Simon & Schuster-Atria Books/Beyond Words,

2006). El intrigante texto continúa así: “Este antiguo secreto de siglos ha

sido entendido por algunos de los personajes más prominentes de la historia…

Ahora El secreto está siendo revelado al mundo”. Dentro de sus

páginas, la autora Rhonda Byrne revela su ambicioso propósito: “Mi intención al

crear El secreto fue-y sigue siendo-que éste traiga alegría a miles de

millones de personas alrededor del mundo” (pág. xi).

Aunque Byrne todavía tiene mucho camino por recorrer para llegar a miles de

millones, las ventas récord de El secreto, incitadas por la promoción

hecha por Oprah Winfrey y por otras vías mediáticas, han dado por resultado el

más reciente fenómeno de autoayuda. Haciendo juego con la película homónima

filmada expresamente para DVD, El secreto incluye la participación de

más de dos docenas de personas, entre ellas autores del movimiento de la Nueva

Era como Jack Canfield y Neale Donald Walsch. El libro hace algunas

declaraciones sorprendentes que tocan áreas como las finanzas, relaciones, y

salud, entre otras cosas.

Pero, ¿de qué trata El secreto? Un vistazo más profundo revela

respuestas que pueden ser cualquier cosa, menos nuevas o secretas. En esencia,

El secreto hace énfasis en la “ley de la atracción”, un principio que,

según la autora, ha sido apoyado por genios como Buda, Platón, Jesús,

Beethoven, Charles Fillmore (el fundador de Unidad, una religión de la mente y

la ciencia), Einstein y muchos otros “grandes avatares y maestros del pasado”,

(p. xiv), así como por varias religiones, entre ellas el budismo, judaísmo,

hinduismo, islamismo y cristianismo (p. 4). Dicho en palabras sencillas, la

“ley de la atracción” es el secreto de la salud, la riqueza y la felicidad.

Nuestros pensamientos, según Byrne, crean la realidad. Sólo tenemos que dominar

la “ley de la atracción” para atraer lo que queramos a nuestras vidas.

Además del concepto de que los seres humanos crean su propia realidad mediante

sus pensamientos, El secreto presenta ideas del panteísmo monístico

(todo es uno, todo es divino). De hecho este es un tema subyacente del libro.

Debido a que, según El secreto, todo es uno y todo es energía, Byrne

nos conduce a la típica conclusión panteísta: “Usted es Dios en un cuerpo

físico… Usted es un ser cósmico… Usted es el Creador…” (p. 164; ver

también 155, 156, 159, 160 y 162). En pasajes anteriores, Byrne escribe: “Todos

estamos conectados, y todos somos parte del Campo de Energía Único, o la Mente

Suprema Única, o la Conciencia Única, o la Fuente Creativa Única… todos somos

Uno” (162).

El panteísmo monístico es una perspectiva muy defectuosa del mundo que no deja

espacio para la personalidad, no puede hacer distinciones entre el bien y el

mal, y excluye al Dios personal y trascendental del deísmo cristiano. Si todo

es uno, entonces no hay distinción entre bien y mal. Como consecuencia, el

panteísmo no puede ofrecer un marco seguro para los valores morales

universales. Además, El secreto dice que la ley de la atracción es

solamente una fuerza impersonal del universo. Si todo es uno, uno es todo, y

todo es energía, no hay espacio para la personalidad dentro del sistema de

creencias de El secreto. El concepto de la ley de atracción nos lleva

a la conclusión de que todo lo que pasa en la vida de uno es resultado de

nuestros pensamientos, que crean la realidad. Según los principios de El

secreto, esto significa que, por ejemplo, quienes son violados, acosados,

golpeados o brutalmente asesinados (sean adultos o niños) han atraído estas

cosas  a través de sus pensamientos. Esta es una respuesta poco

satisfactoria al problema del sufrimiento humano.

Aunque algunos de los conceptos presentados en El secreto son

admirables, tal como el énfasis en la expresión de la gratitud (p. 74 y ss),

los conceptos fundamentales de la ley de la atracción (que todo es energía y

que todo es uno) son explicaciones inadecuadas de la realidad. Por ejemplo,

aunque El secreto hace repetido énfasis sobre el valor y la

importancia del amor y los sentimientos en general (30-33), estos conceptos no

tienen sentido dentro de la perspectiva panteísta. Según El secreto,

la ley de atracción es “imparcial e impersonal” (p. 27). A pesar de que la

perspectiva del mundo presentada por El secreto está fundamentada en

la impersonalidad, Byrne la quiere de las dos maneras: un universo impersonal

que también sea de alguna manera personal. Para que haya comunicación, debe

haber personalidad. Si es verdad que nuestros pensamientos se transmiten en

ciertas frecuencias, como El secreto asegura en repetidas ocasiones, y

dichos pensamientos se comunican directamente al universo, entonces algo debe

ser personal. Sin embargo, la perspectiva del mundo presentada en El

secreto no puede fundamentar la personalidad, mucho menos las

interacciones personales, sin contradecir sus ideas inherentes de que todo es

energía y que la ley de la atracción es impersonal.

El cristianismo, según Byrne, también conoce “el secreto”. El secreto

incluso cita a Marcos 11:24 de la Versión del Rey Jacobo para ejemplificar cómo

usar la ley de la atracción (p. 47 ss, 54). Este pasaje bíblico dice:

Por tanto, les digo: ‘Lo que sea que deseen, cuando oren, crean que

lo reciben y lo tendrán'”. Al citar estas palabras de Jesús, Byrne está

sugiriendo que Jesús conocía “el secreto”. Pero, ¿es cierto? Lo dudo. Byrne

está cometiendo un error no sólo de interpretación del texto bíblico, sino

también de la realidad. Jesús era judío y, en consecuencia, deísta. El pasaje

debe interpretarse dentro de su contexto, tomando en cuenta que los judíos del

primer siglo creían en un Dios personal, amoroso y trascendente creador del

universo. Esto es diametralmente opuesto a la perspectiva del mundo presentada

por El secreto, en la cual “dios” es todo, es impersonal, y es parte

del universo. Además, el pasaje citado de Marcos se trata de orar a un Dios

personal y amoroso. No se trata de una ley o fórmula de la atracción para

obtener lo que deseamos. En lugar de eso, la oración es personal y debe estar

dentro de la voluntad de Dios para que sea respondida.

Cristo no enseñó que todos somos seres de energía divina capaces de dominar la

ley de la atracción. Él reveló que todos somos pecadores necesitados de una

redención radical que implica venir a la presencia de un Dios maravilloso,

trascendente y santo. Lejos de prometer salud y fortuna perfectas, Jesús llamó

a sus seguidores a negarse a sí mismos, tomar su cruz y seguirlo (Mateo 16:24,

Marcos 8:34, Lucas 9:23). Sus seguidores no promocionaron “el secreto”. Por el

contrario, fueron martirizados por su creencia de que Cristo era Dios

encarnado, quien vino, murió y resucitó para que pudiéramos tener vida eterna.

Jesús y sus seguidores no enseñaron verdades ocultas. Jesús mismo dijo: “Yo he

hablado abiertamente al mundo… Siempre he enseñado en las sinagogas o en el

templo, donde se congregan todos los judíos. En secreto no he dicho nada” (Juan

18:20 NVI).

En Mateo 16:26, Jesús dijo: “¿De qué le servirá al hombre ganar todo el mundo,

si pierde su alma?” (RVR1995). El secreto se trata de adquirir salud y

fortuna, sentirse bien, ser alegre y manipular “la ley de la atracción” para

obtener lo que queremos. Pero Cristo señaló que la vida no se trata de ganar

“el mundo entero”. Lo que está en juego es nuestro destino eterno. El panteísmo

de El secreto y el deísmo del cristianismo no pueden ser verdad al

mismo tiempo. Debido a que el panteísmo es una perspectiva incongruente y

deficiente del mundo, está muy lejos de ser un sistema de creencias robusto. El

cristianismo, por otro lado, hace que la realidad tenga sentido en forma

satisfactoria tanto emotiva como intelectualmente. El verdadero “secreto” no es

ningún secreto, sino que fue revelado abiertamente en los pasajes de la Biblia.

Dios vino a nosotros en forma humana, murió por nuestros pecados, y resucitó

físicamente para que nos humilláramos ante él y recibiéramos su don de

salvación. Ese don no es mera salud y fortuna temporales, sino vida eterna y

una relación con el Creador del universo.

Robert Velarde es autor de The Lion, the Witch, and the Bible

[El león, la bruja y la Biblia] (NavPress).


Published November 7, 2007